21 de agosto de 2010

Velo-City

Es un día como otro cualquiera. Bajo las escaleras con mis sandalias de "plastiquete deslizante", con cuidado de no caer (ya lo he experimentado antes y no es plato de muy buen gusto)... Después de bajar 5 pisos por fin salgo por el portal. Me monto en la moto y tras un giro de llave, la arranco dispuesta a recorrer la noche como nunca antes lo había hecho.
Siempre he sido consciente de que la velocidad no es nada constructiva conduciendo, pero hoy, como muchas otras noches de luna llena, no pienso en las consecuencias que el afán de riesgo puede traerme.
Cuando la ira me invade, cuando el mundo se me echa encima... Tengo la necesidad de correr. Mucho.
La adrenalina se apodera de mi ser y solo puedo quemarla con Velocidad. Me convierto en una máquina descontrolada y peligrosa que arremete con lo que se me eche por delante. Sin piedad. Ni por mí ni por nadie.
(Parece que vaya atropellando a todo el mundo) pero no, nunca he atropellado a nadie. Solo me he atropellado a mi misma y a mi consciencia...
Que curioso que me cuíde de no caer por las escaleras y no sea capaz de cuidar mi vida, ni la de nadie...
Será que sufro de alteración de prioridades? Sí.

No hay comentarios: